EL CEREBRO, ES UN ADICTO QUE NOS ABOCA A LA INSATISFACCIÓN
Fisiológicamente, el cerebro, es un adicto que nos aboca a la insatisfacción.
Según la primera noble verdad de Buda, el sufrimiento, la
insatisfacción, Duḥkha, es algo a lo que quedamos expuestos desde que venimos a
transitar la existencia, debido a la impermanecia de la vida y de las cosas, y
el anhelo con el que nos aferramos a ellas, dada nuestra necesidad de control y
de seguridad.
Lo que no nos trae más que padecimiento.
Así que el sufrimiento es inherente al existir de las personas,
ya que no sabemos liberarnos de los apegos para ver la realidad de un modo
neutro. ¡Dado que nos aferramos a impregnar de libido y emociones lo
transitorio!.
La omnipresencia del sufrimiento, la insatisfacción, la
desilusión y el descontento, ¿pienso, sí tienen que ver con la evolución?, en
tanto, las funciones principales del cerebro son cubrir las necesidades
fisiológicas; comer, dormir, reproducirse, excretar.
Para cumplir estos objetivos, el cerebro difumina la
realidad.
Algo muy notorio es que el cerebro al realizar estas funciones
vitales nos llega a mentir, normalizando las situaciones. Pongamos por caso un
secuestro, algo que se entiende sería terrible vivir.
Bien, pues el cerebro, en muchos casos, acabará normalizando
la situación para preservar la vida, adaptándonos a la nueva realidad y
normalizándola, aunque suframos.
Por ejemplo, haciendo que uno se enamore de su secuestrador.
Aún hoy, miles de jóvenes a una edad temprana abandonan sus
hogares para integrarse en otra familia. En ocasiones, esto supone, que nunca
volverán a ver a su familia biológica y sufrirán, pero acabaran normalizando la
situación y generando nuevos apegos y deseos, a la par que seguirán anhelando
aquello que perdieron.
Siempre pensamos en aquello que perdimos, pero también en lo
que no tenemos y queremos lograr. Las dos situaciones pueden traernos
pensamientos positivos y negativos.
Los “Yoga Sutras” dicen:
<<Yoga citta vritti nirodah.>>
<<El yoga en la cesación de las fluctuaciones de la
mente.>>
Los Yoga Sutras, nos advierten de que
poseemos pensamientos dolorosos e indoloros, placenteros e implacenteros. Por
ello, el yoga, el budismo, otras místicas y el psicoanálisis, persiguen la
cesación de las fluctuaciones de la mente, que nos traen la infelicidad y no
nos dejan ver la realidad de un modo neutro.
Los Buda Sutras, dicen:
<<Así como el arquero talla y
pone sus flechas rectas, el maestro dirige sus pensamientos
descarriados.>>
Esto también, lo vemos en la representación de la Virtud
cardinal de la Templanza, concepto en uso en la filosofía griega y el
cristianismo. La Templanza, es representada como una mujer que templa las
aguas. Las aguas aluden a las emociones. En otra representación suya, ella,
sujeta fuerte una brida de montura, puesto que el caballo desbocado es una
analogía del pensamiento descarriado.
Con todo ello, lo que vengo a decir,
es que, si nos dejamos llevar por nuestros pensamientos, si no reducimos
nuestra gran agitación mental, nunca estaremos en paz.
Sí estuviéramos siempre satisfechos,
no generaríamos al estar saciados, de ahí, nuestra ansia amorosa, alimenticia,
necesidad de protección y de mejorar el estatus social. De lo que resulta que
el cerebro sea un adicto a aquello que nos provoca o creemos que nos va a
provocar placer, y cuya falta o extinción, nos desespera.
Como estudiosa del psicoanálisis,
comentar que en la teoría psicoanalítica, Freud, nos comenta sobre las
pulsiones que son una especie de excitación interna, la cual, se puede notar
físicamente, y que si no la liberamos, nos trae displacer.
Pulsión, del latín “pulsio” o
“pulsum”, es una derivación del verbo “pulsāre”, que significa: <<pujar o impeler>>,
por cuanto, la función principal de la libido es impulsarnos a satisfacer
nuestros deseos, dado que de no hacerlo, nos sentimos insatisfechos, e incluso,
podemos llegar a enfermar. Claro que, si se satisfacen, siempre vamos a querer
más.
El psicoanálisis pretende ser un
medio para entender y manejar estas pulsiones y liberarnos del sufrimiento que
nos provocan, pues en nosotros conviven distintos tipos de pulsiones; existe la
pulsión de vida o Eros, la pulsión de muerte o Tánatos, las pulsiones sexuales,
la pulsión de saber, etc.
Las pulsiones se podrían enlazar con
la función de los siete módulos mentales, de la teoría modular de la mente. Que
ya trataré en otra ocasión.
Los animales no reprimen sus
pulsiones, un perro come, si tiene hambre, juega, si quiere jugar; muerde, si
se siente amenazado. Sin embargo, los humanos siempre divagamos en la dualidad,
en el bien y en el mal, el “superyó”, y eso, es algo que también nos trae
sufrimiento; quiero comer, pero si como engordo; quiero jugar, pero soy adulto
y no está bien visto que lo haga; me atrae sexualmente mi mayordomo, pero mi
padre, el Rey, no lo aprobaría. el bipolar ¿me quiere no me quiere?, surgiría
en esta línea. Estos pensamientos, alimentan la Red Neuronal por Defecto, dicho
llanamente: alientan el parloteo mental.
No me canso de repetir que pensamos
porque hablamos, eso nos dota de pensamiento abstracto y del replanteamiento de
ideas, pensar, pensar y pensar. Que cuando estamos ociosos y dejamos la mente
divagar, no solamente es algo que nos agota y nos hace gastar infinidad de energía,
sino que también, constituye una fuente que nos trae mucho desasosiego,
incertidumbre y malestar. De ahí la importancia de la reducción de la palabra y
silenciar la mente, en procesos mentales cotidianos, pues el cerebro es un
adicto, siempre se autojustifica, buscando escusas, para satisfacer su deseo, o
gastar tiempo en un pensamiento que le provoca placer, incluso, aunque sepamos
que la consecución de ese deseo nos traerá sufrimiento o se trata de un fin
irreal, inalcanzable. Por tanto, como indica la Templanza, hemos de trabajar
vacuidad búdica, ¡que nuestro pensamiento no se desborde y nos haga perder
tiempo y energía en pensamientos repetitivos estériles!, cuyo único fin, es dar
rienda suelta a nuestro cerebro adicto con auto justificaciones cuando
pretendemos algo que no está a nuestro alcance.
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