¿Vivimos en una realidad simulada generada por un Dios bufón que nos refleja como payasos por no pillar su chiste existencial?
¿Somos payasos en una simulación divina?
¿Vivimos en un Escape Roon generado por un dios payaso?
La vida es una broma generada por un dios bufón que refleja lo payasos que somos por no entender su juego. El que maneja los hilos dirigiéndonos como títeres en el juego de la existencia, dejando pistas alegóricas simbólicas, a fin de que descifremos el sentido de la vida y podamos completar el escape room al que nos tiene sometidos.
Por ello, recurrentemente, se oye el discurso teísta sobre la singularidad de nuestra existencia en el universo, dando a entender que el fin mismo de la creación, es llegar a poder comprender o comunicarse con lo que nos ha creado.
Y en consecuencia se entiende que quien no es capaz de comunicarse con el creador entra en fallida. Porque el inconsciente universal lo denuesta, lo elimina del juego o definitivamente según sus actos o tras el Game OVER ha de volver a la partida.
Por eso los juegos estaban prohibidos. Que nosotros juguemos a juegos de mesa, de rol o videojuegos manejando un avatar es sacrílego. Porque al hacerlo caemos en Simia Dei, convirtiéndonos en un dios mono, falso Dios, un imitador chapucero del creador, lo mismo que hacemos al crear videojuegos, universos virtuales, autómatas o generando una inteligencia artificial a la que se pretende dotar de conciencia.
Jugamos a ser Dios sin caer en la cuenta de que es Dios quien juega con nosotros.
Porque tal como sentenció Borges en su poema ajedrez: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza".
Dios, comportándose como una entidad inmaterial inefable, nos impulsa a comprenderle, mediante arquetipos, lo alegórico simbólico, el arte, las bromas y absurdo. Pudiendo actuar incluso sin medios, puesto que otra de sus cualidades es la omnipotencia, hace lo que quiere, incluso que nosotros nos lo hagamos a nosotros mismos.
Es omnisciencia, Dios sabe toda obra y toda acción, incluso las de cada hombre. No necesita que uno le exprese lo pensado, él lo sabe. Es omnipresente, abarcando lo absoluto, estando en todas partes, en todos nosotros, incluso en el sueño y la eternidad.
Y si no intercede ante el mal directamente, es porque le gusta jugar con nosotros como un gato con un ratón, otorgarnos un único atisbo de voluntad que poseemos, elegir el camino que tomaremos en su juego: seguir su ley, trabajar las cuatro virtudes cardinales la prudencia, la templanza, la fuerza y la justicia, que nos conducen a él o dejarnos embriagar por los sentidos, emborrachándonos en lo externo, cayendo en la gratificación concupiscente de los sentidos.
Pero responsabilizamos a Dios de la elección humana, plateando una serie de cuestiones para negar su omnipresencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia de Dios:
«¿Es que Dios quiere prevenir el
mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? Entonces, ¿por qué llamarlo Dios?»[1]
Está claro que esto es una queja popular entendida desde el concepto de un Dios Patriarcal todopoderoso que le resta responsabilidad al yo. Desde mi punto de vista, lo divino, el inconsciente universal, si es omnisciente, omnipresente y omnipotente, ahora la omnibenevolencia es dual, porque esta cualidad es alterada por el yo de cada cual, dado la incapacidad del vulgo de entender al inconsciente que siempre busca la comunicación con nosotros y le enerva nuestra ceguera.
El inconsciente es omnipotente en su medio, lo intangible, lo onírico, la persuasión, la inspiración, la creación. Y quien es capaz de verlo, de sentirlo, de conectar con su amor, es bendecido con un conocimiento superior.
Por ello la "Fe Ciega" del que cree, pero al no mantener un buen diálogo con el inconsciente, no sabe en qué cree, no obtiene ningún don de Dios, ni se ve tocado por su gracia, siéndole imposible recibir su conocimiento.
Aunque parafraseando a Jung: «Para posibilitar esta visión interior se tiene que despejar el camino que conduce a poder ver».
Dado que hay que admitir que la gran mayoría, la masa, el rebaño, zombis filosóficos, son y serán ciegos, incapaces de entender los señalamientos de su alma, centrados en la justificación yoica hiperracional de que Dios no existe o los ha abandonado.
Porque para conectarse con él han de retirar sus sentidos concupiscentes del mundo y los adictos no se cuestionan a sí mismos, justificando su adicción por no querer renegar del placer que obtienen.
De ahí la frase: «Es voluntad de Dios», que nos sustrae de la responsabilidad personal. No obstante, suscribiéndome a San Pablo, uno ha de refrenar sus impulsos descarriados y circuncidar el espíritu, el conocimiento y la voluntad. No a su cuerpo, como vemos en la circuncisión y la cirugía estética. Y el yo intérprete de la inmensa mayoría, no está dispuesto a hacerlo, mostrándose indiferente, prefiriendo ignorar indolentemente los acontecimientos y no refrenar al tumulto.
Por ello, Dios no solo castiga al malvado, sino también al que le consiente serlo.
A tal respecto, el Libro de Mormón advierte:
«Porque el reino del diablo ha de estremecerse, y los que a él pertenezcan deben ser provocados a arrepentirse, o el diablo los prenderá con sus sempiternas cadenas, y serán movidos a cólera, y perecerán; porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno.
Y a otros los pacificará y los adormecerá con seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sion; sí, Sion prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno.
Y he aquí, a otros los lisonjea, y les cuenta que no hay infierno; y les dice: Yo no soy el diablo, porque no lo hay; y así les susurra al oído, hasta que los prende con sus terribles cadenas, de las cuales no hay liberación.» 2 Nefi XXVIII:19-22
La Biblia habla constantemente de ello, de ahí que esté plagada de guerras y matanzas por no entender a Dios:
«Por lo cual Dios los abandonó a los deseos de su depravado corazón, a los vicios de la impureza, en tanto grado que deshonraron ellos mismos sus propios cuerpos… Pues como no quisieron reconocer a Dios, Dios los entregó a un réprobo sentido, de suerte que han hecho acciones indignas del hombre, quedando atestados de toda suerte de inquinidad, de malicia, de fornicación, de avaricia, de perversidad; llenos de envidia, homicidas, pendencieros, fraudulentos, malignos, chismosos, infamadores, enemigos de Dios, ultrajadores, soberbios, altaneros, inventores de vicios, desobedientes a sus padres, irracionales, desgarrados, desamorados, desleales, despiadados: Los cuales, en medio de haber conocido la justicia de Dios, no echaron de ver, que los que hacen tales cosas, son dignos de muerte eterna, y no sólo los que las hacen, sino también los que aprueban a los que las hacen.» Epístola a los Romanos I:24,28-38 (TA)
Hay que admitir que la mayoría es incapaz de conectar abiertamente con lo divino, porque para conectarse se debe renunciar al yo. Y el yo, no quiere desistir del poder que cree tener, aunándose con el yo represivo de otras personas, formando un fuerte ego yoico de masa para someter la verdad, pues no quiere desvanecerse; sintonizándose en un mismo discurso que genere inquietud. Provocando que más gente proclive a caer en la histeria de masa, aúne sus yos represivos a ellos, generando un escudo mutuo. Tornándose tumulto en cuanto alguien señala su negación, para impelidos como bestias, sacrificar al iluminado, al hijo de Dios, al que ve la verdad, al que se conecta con Dios y es uncido por su gracia, señalando lo reprimido, la carencia hiriente de la masa.
Lo que da sentido a la frase:
«Padre, Perdónalos, porque no saben lo que hacen» Lucas XXIII:34 (TA)
Porque sumidos en el caos de la consciencia yoica humana, el inconsciente de masa, se retroalimenta cazando a más y más personas en su causa. Siendo difícil escapar a él, porque el lenguaje en el que se sumerge todo nacido le preexiste. La sociedad, a la par de Dios, nos convierte en marionetas, porque hipnótica nos torna pre-psicóticos al impelernos a estructurar mal el verdadero lenguaje del alma. A causa de que el nacido es hipnotizado por los padres y los padres por la sociedad misma.
«La «maldad», como los malos genes, tiene una existencia transindividual, siendo transmitida, a menudo inconscientemente, de padres a hijos. La paranoia o la facultad de inducir o causar paranoia en los demás puede ser «heredada», no por los genes, sino porque cada generación enseña a la siguiente a temer determinadas posibilidades de la mente. Apenas ha comenzado el estudio de los medios de transmisión de los pensamientos o estados mentales «malos», de la forma en que empiezan o terminan espontáneamente las líneas de transmisión y del modo en que podrían ser interrumpidas deliberadamente mediante intervenciones desde el exterior. Somos todos víctimas o beneficiarios, según la predisposición de cada cual, de programas establecidos por humanos desde mucho antes de que naciéramos. Puede ser tan difícil para un individuo determinado introducir un cambio en el sistema global de premisas que rigen su experiencia y la de su grupo social, como alterar la gramática de su lengua nativa.»[2]
Subrayando lo anteriormente formulado, es en el inconsciente pandémico donde sitúo la visión lacaniana de que: «el inconsciente es el discurso del otro», al constituir la suma de los yos personales que al mimetizarse conforman el inconsciente yoico de masa, tan alejado y opuesto al inconsciente divino, el sabio y el eterno, el que es fuente de todo gran conocimiento y que es fruto de cierta soledad o distanciamiento del común.
Por ello es falso que cada cual elige a su Dios, dado que inmersos en el lenguaje del otro, fruto del delirio de irradiación mental de los otros, a todo sujeto se le ha predefinido un camino y meta a seguir, siendo el libre albedrío utopía, una vez han renegado de Dios. Lo que no excluye la responsabilidad personal, debido a que por la misma regla:
«El que a hierro mata a hierro muere» Mateo 26:52 (TA)
En resumen:
La vida es, pues, como una aventura gráfica de la que hay que descifrar las claves para resolver la misión. Por eso, al jugar como jugadores emulando a Dios, empatizamos con nuestro avatar. El resto de personajes son puro atrezo. Por lo mismo, Dios es selectivo, únicamente dota de su gracia al que comprende el juego y logra llegar a su final conectado a él.
De ahí que no sea extraño, que muchas veces, gente con la que interactúas a diario den la sensación de ser "PNJ" "Personajes no jugables" (en inglés, Non-Player Characters o NPCs). Personajes son controlados por el juego y no por el jugador, y suelen desempeñar roles clave en la narrativa, como proporcionar información, asignar misiones o simplemente enriquecer el mundo del juego con sus diálogos y acciones. Como Stan el vendedor de barcos usados de Monkey Island que siempre Mientras te ofrece barcos de dudosa calidad con frases del estilo:
Personajes a los cuales has de formular preguntas adecuadas para que te den las pistas correctas. Porque como somos partes o fases, seres recortados de lo inmenso, Dios solo nos da un pedazo de conocimiento a cada a fin de que lo aunemos con el de los demás para llegar a comprender su totalidad.
Más planteamientos en mi nuevo libro "El juego del Tarado. Descifrando el lenguaje de Dios"
[1]
Aunque se ha atribuido la formulación del problema del mal a Epicuro, nunca lo
formuló, es más una queja popular.
[2] Norton Schatzman. El asesinato del alma: la persecución del niño en la familia autoritaria: Siglo XXI; 2002.
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