¿POR QUÉ DIOS ES UN FULCRO DE PIEDRA Y EL TAROT UNA ANALOGÍA DE DIOS?
Resumen de una de las tramas analizadas en mi libro: "El juego del Tarado. Descifrando el lenguaje de Dios".
La diosa Hathor era la encargada de ayudar a los difuntos a entrar en el Duat, donde tal como narra el libro de los muertos, el corazón del difunto debía ser más liviano que una pluma de Mat, la diosa de la verdad, para no sufrir una segunda muerte y ser devorado por la monstruosa Ammyt. Para pesarlo, Anubis empleaba una balanza ante la atenta mirada de Osiris.
La balanza es una viga con un punto de apoyo en su centro, el fulcro, la pieza que hace que se decante a un lado u a otro, y que consiste en un pivote afilado en forma de V asentado en un cojinete en forma de V menos profundo.
Siendo el fulcro el punto de apoyo en torno a lo que oscila todo lo demás, una bisagra, perno, gozne, quicio. En latín cardo, de donde surge la palabra cardinal y cardenal. Por ser en torno a los cardenales que gira la iglesia, al ser ellos los que eligen al sucesor de Pedro, al Papa, la piedra angular de la iglesia.
Pensar en ello, porque muchas veces el fulcro es representado como una piedra sobre la que se hace palanca para levantar otra. No comprender este arquetipo, da lugar a la llamada "Paradoja de la omnipotencia". ¿Podría Dios crear una piedra tan grande que no pudiera levantarla? Ante ello, apuntar que Dios está en todos y todo, siendo la propia piedra y aquel que todo anima, el que nos hace andar en un cuerpo prestado, porque todo es la casa de Dios del que únicamente somos huéspedes temporales.
En relación, el jeroglífico de la casa de Hathor es un cuadrado, la casa de Dios, indicando cada uno de sus lados un punto cardinal. Lo cual sirve para alegorizar que su divinidad se halla en todas partes.
Lo que está en relación con las cuatro virtudes cardinales que son los pilares que marcan el rumbo de la moral humana: la prudencia, la templanza, la fuerza y la justicia. Las cuatro interacciones fundamentales que nos unifican en Dios.
Y en este punto, nos encontramos con que el Tarot, que es considerado la Ley de Hathor, apareció en Italia como unas cartas de las virtudes cardinales para educar a los niños en la dirección adecuada.
Las llamadas Carticellas, que posteriormente adquirieron el nombre de los Triunfos, las cuales continuarían mostrando las cuatro virtudes cardinales, lo mismo que sigue reproduciendo el Tarot a día de hoy.
Y al respecto, el nombre Tarot es llamativo, porque etimológicamente una de sus acepciones es perno, significando, por tanto, fulcro.
El perno o fulcro físicamente se enlaza con el hueso del astrágalo, el hueso que rota el pie, lo que nos permite caminar para recorrer la senda de Dios. Y de huesos de astrágalo de cabra surgieron los primeros dados de juego.
Siendo Hathor el propio dado, porque su cuadrado en tres dimensiones es un cubo. Por eso, Hathor es la vaca manchada al ser la que echa la suerte, el dado que, al rotar, nos imprime suerte o destino a nosotros, las manchas del dado, que es lo que recreamos neuróticamente al echarnos las cartas del Tarot, las cuales barajas rotando.
Lo mismo que rota el fulcro de la rueca del destino, la ruleta de la suerte o del reloj que marca las horas de los destinados a morir; los que tenemos medida.
Otra palabra ligada etimológicamente a Tarot es tarado, de tara, lo que sobra, una potente analogía de que lo que sobra no es Dios, lo que sobra eres tú, el uno del dado, el número perdedor.
Un dado posee 21 manchas, lo que coincide con los 21 arcanos mayores del Tarot numerados, porque la carta del loco, el tarado, no posee número. Pues es el propio dado, el que otorga la suerte en su girar. Porque Dios no posee número, él es inmenso y nosotros mensos, seres recortados y con medida.
Siendo Hathor la diosa del juego, de la risa, de la burla y del espejo como fractal de sí, eso que somos nosotros, por ello se disfraza de bufón vestido de rombos, para hacernos de espejo, reflejando lo payasos que somos por no entender su juego, por no entender su rumbo, actuando como espejo de los tontos, los que sobre su tablero, el dado desplegado, jugamos.
Ya que si doblamos por cada una de las seis caras del dado, obtenemos que el 1 da 2, el 2 da 4, el 4 da 8, el 8 da 16, el 16 da 32 y el 32 da 64. El número de casillas del ajedrez, el juego de la oca, los 64 hexagramas del I Ching, las 64 posturas del kamasutra, las 64 partes en las que es dividido el círculo por los 32 rumbos o rombos geográficos en la rosa de los vientos.
Cuyo punto cardinal Norte era la estrella Polar perteneciente a la constelación de la Osa Menor, llamada Arcas, el arcano. No es casual, por tanto, que a Ramon Llull, el creador de la rosa de los vientos, se le atribuya la creación del Tarot.
Hablando de Arcas y lo arcano, lo guardado, encerrado o contenido, en el Arca de la Alianza fueron las tablas de piedra que portaban grabadas la Ley de Dios, mientras que los arcanos del Tarot son la Ley de Hathor.
En el Templo de Salomón, el arca de la alianza, era guardado en el Santo Sanctasantórum que tenía la forma de cubo, igual que posee forma de cubo la ciudad celestial de la Nueva Jerusalén que aparecerá al final de los días, que ostenta la claridad de Dios. Cuya luz es semejante a una piedra preciosa, de jaspe, transparente como el cristal. Un dado que ya no está tachonado por manchas, sino por perlas de conocimiento.
A la par, los musulmanes peregrinan a la Meca a honrar la piedra Ka'bah' «el dado o el cubo», la Bayt Allāh «la casa de Alá o de Dios». Mientras los cristianos peregrinan a Santiago de Compostela, donde estuvo la piedra de Jacob, la piedra sobre la que estando en Bethel Jacob soñó con una escalera que ascendía a la Casa de Dios.
Bethel significa la «casa de Ēl», la casa de Dios. Y el nombre jeroglífico de Hathor se traduce por la «Casa de Horus», es decir, la casa de Dios. Como tampoco es casual, que Santiago en francés sea Jacques o Jacme, en italiano Iacomo, nombres que entroncan con Jacob.
La piedra de Jacob, la roba una princesa egipcia llamada Scota a Moisés en Pī Haḥīrōt tras lo que huye de Egipto, llevando la piedra primero a Galicia y luego a Irlanda.
Y Pī Haḥīrōt traducido significa (redoble de tambores): «la Casa de Hathor».
Esta princesa es muy importante porque Escota se transformó en la primera reina mítica de Irlanda y es la epónima de los escoceses.
Y la Piedra de Scone es la "Piedra del Destino" que se halla en el Castillo de Edimburgo, custodiada junto a los Honores de Escocia, las joyas de la Corona Escocesa y, que se transformó, en la "Piedra de la Coronación".
Sobre la cual, desde Kenneth I de Escocia (800/13-858), todos los reyes escoceses, hasta John Balliol (1248-1315), fueron coronados sobre esta piedra.
Dado que en 1296 Eduardo I de Inglaterra, saqueó la Abadía de Scone apoderándose de dicha piedra que colocó en la Abadía de Westminster, construyendo sobre ella un trono. "La silla de la coronación o Silla de San Eduardo", con cuatro leones en su base mirando a los cuatro puntos cardinales. Donde desde entonces todos los gobernantes británicos han sido entronizados, salvo, María II de Inglaterra.
Bajo el gobierno de los Estuardo, los reyes de Escocia, pudieron volver a ser coronados en ella, eso sí, para ello, hubieron de hacerlo en la Abadía de Westminster.
Por lo que, la piedra de Scone, la ungida por Jacob, constituye la piedra-trono de escoceses e ingleses hasta el día de hoy. Sobre la que, en dos mil veintitrés, hemos visto coronar a Carlos III del Reino Unido.
Y precisamente, Hathor, como madre de Horus, es la dadora de Trono y, en consecuencia, la madre divina del faraón al ser los faraones considerados reencarnaciones de Horus. Por eso Hathor es suplantada por Isis, cuyo nombre jeroglífico significa trono. Y el trono era un cubo de piedra.
El juego de la oca: "De oca a oca y tiro porque me toca", es una alegorización del Camino de Santiago, es decir, el camino a la Casa de Dios. Porque los ánsares representaban al alma que, si habían seguido la ley de Hathor podrían acceder a la Campiña de los Juncos. El paraíso celestial que es el jardín de la oca, donde uno llega tras traspasar la muerte, la casilla 58, únicamente si logra medir sus pasos dando los justos.
Jacob es el que agarra a su gemelo del talón y, por tanto, del astrágalo, una potente analogía del inconsciente. Más aún cuando el nombre de Jacob es cognado del יקב (yeqeb) «tina, cuba o cubo de vino; hueco en la roca que recibe el vino del lagar». Ante lo cual hay que señalar que Hathor es la diosa del vino.
Que Jacob sea el cubilete del dado tiene mucho sentido, al ser los dados primitivos huesos de astrágalo, indicando, así, el nombre de Jacob, el movimiento de agarre de los dados dentro del cubilete para ser lanzados. Hipótesis que refuerza su etimología a través del hebreo asociado יַעֲקֹב, (Ya ͨ ăqōb) «el que apoya el talón en el suelo; el que sigue de cerca a los demás; el que oculta su intención o voluntad y manipula a los otros; el que pone "cara de póker", es decir, el que "agarra del talón". Porque el hebreo עקב ('aqab) es «talón, calcañar; bajar el talón». Un eufemismo de tener a alguien cogido "por los huevos (la sede de su voluntad)" en el sentido de manipularlo para tomar veladamente su control subconscientemente.
Y el latín cubus viene del griego κύβος (kúbos) «cubo; dado de juego, azar». Por lo que se podría establecer que Iακώβ (Iacobus) tiene cara de póker por ser el que juega, el que lanza el dado, la casa de Dios que siempre gana.
Como un dado, cuando se lanza, gira, rota, como un perno. El nombre del cubo de la Meca es cognado, a través de la raíz (kaeb) «tacón, estar lleno y redondeado; estar hinchado», de (yakeub) «él vira; él gira», ligada a (yakeub) «tacón; talón». Todas, como se aprecia, homófonas de Jacob.
Mientras que en un segundo sentido etimológico está relacionado con (yukaeib) «el cubo; hacer cúbico; tirar los dados (jugar)» y ligado a los significados: nudo, articulación, tobillo, seno, pecho, talón de cuentas, cupón, gloria, fama y morir.
Y aunque aparentemente, la raíz árabe para cubo (kaeb) no está relacionada con el griego κύβος (kúbos) «cubo; dado de juego, azar». Este se emplea para aludir tanto a morir como a las vértebras o articulaciones de las que se hacen dados.
De ahí el latín cubitus «codo» de la raíz *keu-³ «doblar, arquearse» presente en cubo. Siendo además el árabe (yakeub) «él vira; él gira».
Porque se puede interpretar a Dios como el que nos hace girar, ya sea como rueda o dado, otorgándonos la suerte. Siendo además la muerte a la que a todos dobla. Significando el nombre de Átropos, la moira del destino que corta la hebra de la vida: «la que no gira, la que no se puede doblar o dar la vuelta, la inflexible, la inexorable o inevitable».
Porque Dios te anima, y si no posees animación es que estás muerto. El griego τρόπος (tropos) «dirección, rumbo, tendencia; actitud, manera de pensar, obrar y expresarse, carácter, hábito, naturaleza, costumbre; sentimientos; modo musical» en relación con τροπή (tropḗ) «vuelta, punto en el que se vuelve, revolución del sol, solsticio, acción de poner en fuga», surgen de la raíz indoeuropea *trep-² «girar, voltear, volver». De la que se originó trovador y el latín tornare «dar vueltas», origen de tronado y tronar.
Por eso Dios es una columna de fuego con voz de trueno.
Y Santiago es, junto a su hermano Juan, uno de los Boanerges «hijos del trueno o los tonantes».
En la obra de Dalí vemos a Jesús crucificado sobre una cruz formada por cubos. Y ante Jesús dos legionarios se jugaron sus prendas con dados de astrágalo. Y la manera más usual de desplegar un cubo es una cruz.
En el coro de El Escorial, Dios y Jesús, aparecen con los pies sobre un cubo pétreo. Y los judíos llevan sobre sus cabezas el tefilín una caja de cuero negro que es un cubo perfecto y sirve como arca para guardar secciones de la Torá escritas en pergamino enrollable.
ROTA «rueda», inscrita en la rueda de la fortuna del Tarot de la obra "Clavis absonditorum", del lingüista y cabalista Guillaume Postel (1510/81), relaciona Tarot con el hebreo Théraph «tablas del oráculo judío, unos ídolos adivinatorios». Cuya fórmula: Taro-Ator-Rota-Orat, lo une al Tetragrámaton; las cuatro letras que forman el nombre de Dios, Yahvé "YHWH". Una opinión que también compartió el ocultista Papus. "Gérard Anaclet Vincent Encausse (1865/16)". Ídolos en plural, porque el nombre de Dios es un misterio que solo puedes resolver si tienes todas las cartas, todas las claves del juego.
TARΘ
ATΘR
RΘTA
ΘRAT
Podría decirse que es un juego que entraña un misterio. Y todo apunta que viene a significar:
Taro: El Tarot, el libro de Thoh
Ator: La propia Hathor como simbolismo del amor.
Rota: Nos habla de la rueda o círculo.
Orat: Lo que es hablado o enseñado.
Sobre lo expuesto, cabe resaltar, que hay interpretaciones que afirman que en su conjunto estas cuatro palabras vienen a significar: «El ciclo del tarot enseña la ley del amor».
Mary K Greer en su libro "Tarot for your Self / Tarot para ti", escribe que el cuadrado mágico "Rota Tora Orat Tora Ator" se traduce por: «La rueda del Tarot habla de la ley de Hathor».
Dicho cuadrado está en relación con las siguientes palabras y significados:
Torá: La ley hebrea.
Thoth: Dios egipcio a quien se atribuye la creación de la palabra escrita.
Tarosh: El camino real, en egipcio.
Torá-Torus: Geometría sagrada.
Rota: Rueda.
Taro: Río del norte de Italia.
Taru: En hindú "cartas".
Troa o Throa: Puerta en hebreo.
Taras: Borde punteado de las tarjetas antiguas.
Tarotee: Que significa un patrón en la espalda.
Seguramente este cuadrado sea un derivado del multipalíndromo:
SATΘR
AREPΘ
TENET
ΘPERA
RΘTAS
Que escuetamente vendría a significar:
Sator: Sembradora.
Arepo: Todo apunta a un nombre propio. Se sostiene que se refiere al niño divino Harpócrates, que aparece en el arcano del eón del Tarot de Aleister Crowley, ilustrado por la artista Lady Frida Harris.
Tenet: Sustento, dominancia.
Opera: Obrar.
Rotas: Rotar o plural de rueda.
Lo que popularmente suele traducirse por: «El sembrador Arepo guía con destreza las ruedas».
Pero yo lanzo mi apuesta a: Harpócrates rotó, o invirtió, la rueda de la sembradora que sustenta, o Harpócrates rotó la rueda de la sembradora obteniendo su dominancia.
La Torá «enseñanza, doctrina, teoría» se compone de los cinco libros escritos por Moisés, que contienen las enseñanzas y la ley divina, pero entendida como ley natural, la manera en la que son las cosas, la armonía que todo impregna.
En la construcción de la palabra Torá intervino el verbo hebreo (yara) «arrojar, lanzar o disparar; causar un efecto unificado por medio de pequeños impulsos; ya sea arrojando flechas (Crónicas X:3), lanzando o apilando piedras (Génesis XXXI:51), diciendo palabras, mensajes, instrucciones, en forma de gotas de lluvia, hacer llover (Oseas VI:3), echando suertes (Josué XVIII:6) o enseñando a construir (Éxodo XXXV:34, Proverbios IV:4)».
Etimológicamente, Torá está relacionada con los hebreos (yoreh) «la primera lluvia que cae al inicio del año agrícola», lo que reverdece los campos, siendo מורה (moreh) «lluvia temprana; maestro» y, por ello, lo que enseña, al ser תורה (tora) «cualquier conjunto de instrucciones», lo que denota dar pasos, seguir pistas, claves conjuntas, que ayudan a crecer y, de ahí, la Ley. Lo que posee una fuerte analogía con el hebreo יין (yayan) «vino», en el sentido que hacen falta muchas uvas para producir vino. Y al respecto, es reseñable el hebreo תאר (ta'ar) «trazar un contorno de algo; frontera» o תאר (to'ar) «boceto, figura o forma que se puede contemplar como la de un ídolo». Un símil del Tarot, pudiendo marcar la delimitación entre nuestro mundo y el del espíritu. Que es visible únicamente para quien lo busca, lo cual depende de nosotros, porque Dios siempre está ahí esperando contactar.
Siendo Hathor la de la linde, una suerte de San Pedro. La que posee las llaves, las claves para entrar en el cielo, alcanzables solo para quien sigue su ley y ha entendido su juego.
Sobre la Torá y el Tarot y lo inconsciente, he de señalar que en las postrimerías de su vida, Freud nos regala su obra "Moisés y la religión monoteísta". Y estaba obsesionado con la escultura del moisés con cuernos de cabra de Miguel Ángel.
Lo que es muy significativo, porque, en paralelo, Jung profundizó en la importancia arquetípica del Tarot. Ambos tan cerca pero tan lejos. Lo que expone claramente que Freud se alejó de Jung por represión, para que no aflorara a su conciencia, lo que reprime la religión patriarcal a la que nació sujeto y murió sujeto. Pues él mismo confesó: "muero judío como mi padre". Y su padre se llamaba Jacob. Uno de los motivos más importantes del distanciamiento con Jung fue su negación a aceptar el inconsciente colectivo, el sempiterno femenino que se transmite por las perlas al nacer de madre, los óvulos, que son las células más grandes cargadas de información, porque las mujeres nacemos con todos nuestros óvulos formados, siendo ellos un fractal del conocimiento de las mujeres que nos precedieron. De ahí la envidia de óvulo que Freud proyectó en envidia de pene.
Otras divinidades cuyo nombre se ligan al sentido de cubo son Cibeles, Kālī y Sárasvatī.
Cibeles del latín Cibĕle, la Magna Mater «Madre de los Dioses», debe directamente su nombre a la forma cúbica de la piedra que le dio origen, helenizada como Κυβέλη, (Kubélê) de κύβος (kúbos) «cubo; dado de juego, azar» + λαας (laas) «piedra», de lo que resulta «piedra cúbica; piedra de juego», un dado. Y en el reverso de algunas monedas antiguas se aprecia su original forma tosca de piedra cúbica sita sobre un altar o pilar, representando la diosa sobre la columna. Tal como se muestra Hathor con cuatro rostros sobre las columnas Hathóricas señalando los cuatro rumbos cardinales. Porque su ley es el pilar de la moral humana, que si seguimos nos permitirá trascender la muerte.
Mientras que la palabra dado en sánscrito es Káli, que más concretamente hace referencia a la cara del dado marcada con el número más bajo, el uno, el perdedor. Y la palabra hombre formada del griego ὁμός (homos) «igual» procede de la raíz indoeuropea *sem- «uno». Káli como número perdedor, alegoriza la edad o era de la riña y de la hipocresía cuando el mal predominará sobre el bien. Más conocida como la era del Amanecer Dual, la edad de la ignorancia, el Kaliyuga, de káli «cara perdedora del dado», más yuga «era, edad» y, por ilación, la era del dado perdedor.
Y Kālī, además, es una calcatrix, una que pisa. Algo que vemos alegorizado en las cartas del Tarot, donde la reina pisa al rey, porque el inconsciente y su conocimiento se heredan de madre, de ahí que sepa más el diablo por viejo que por diablo.
La visión de ese inconsciente femenino, el ánimus de los hombres, visto como malévolo género, la visión del Súcubo de sub- «debajo» + cubus «acostado», que posee el sentido metafórico de ser un demonio o espíritu femenino que tiene comercio sexual con un hombre, echada debajo de él, soportándolo. Súcubo se formó del latín succŭbus, de succŭba «concubina», de las que Afrodita, que comparte sincretismo con Isis, era patrona. Y obviamente, el chiste se evidencia solo, porque el latín cūbus es «cubo», lo que aflora nuevamente la relación con los dados. Estando ambos, cubo y concubina, en relación con la raíz *keu-³ «doblar, arquearse». De la que surgieron los griegos: κύβος (kybos) «cubo; dado de juego, azar», κυβιστάω (kyvistáo) «lanzarse de cabeza; dar una vuelta de campana; dar una voltereta», κυβιστητήρ (kyvistitír) «acróbata, volatinero, que anda y da volteretas de campana sobre una cuerda; buceador, nadador, que se sumerge» en clara relación con los bufones saltimbanquis. Y con κύβη (kýbē) «cabeza», κυβερνάω (kyvernáo) «guiar, dirigir, gobernar, pilotar» y κυβέρνησις (kyvérnisis) «gobierno de una nave por medio de un timón». Que guarda el sentido intrínseco de la voz emblema Kybalión: las doctrinas herméticas del antiguo Egipto y Grecia. Misterioso libro anónimo publicado en 1908 por "Los tres iniciados", que pretende ser una guía para la iluminación al recopilar el saber hermético transmitido oralmente desde Egipto, donde ya se advierte que todo es mente y el todo está en todo. Libro a su vez basado en la "Tabula Smaragdina «la Tabla Esmeralda»" publicado bajo el nombre de Hermes Trismegisto y, por tanto, el Dios Thot asociado a la piedra filosofal y la trasmutación del oro. Que no es el oro físico, sino el espiritual, el recobrar la unidad con el uno, con el todo.
Y esto, nuevamente, nos lleva a tropezar con Hathor la «Señora de la turquesa» y «Señora de la fayenza», es decir, Señora de las piedras y el esmalte vidriado verde azulado similar al color esmeralda.
Ya por su parte, Sárasvatī es la diosa védica que usa como vehículo una oca o un cisne y es la fuente del conocimiento del Principio Universal Supremo. El absoluto, que otorga el pensamiento verdadero, el conocimiento para alcanzar moksha, la liberación del espíritu, y así salir de la rueda de reencarnaciones que es el fin último o el sentido de toda vida. Y el nombre de Sárasvatī es cognado del sánscrito śāra «pecoso, manchado, punteado, jaspeado; chillón; una clase de dado», śā̀ri o sāri (sari) «pieza del ajedrez o de las damas; dado pequeño; garza», porque en el ajedrez primitivo se empleaba un dado de juego.
Cabe apuntar que de la piel de la cabra Amaltea se hizo la egida, el escudo o peto de Atenea con el rostro de medusa. Un gorgoneion que saca la lengua señalando que esconde un chiste lingüístico, paralelamente a Kālī y a Einstein en la fotografía "Einteins´s Fun / La diversión de Einstein". Ya que la que quizás sea su frase más popular: «Dios no juega a los Dados con el universo», es una premisa falsa. Dado que Dios no solo juega a los dados con nosotros, sino que además nos pisa doblándonos en el tablero plano del universo.
Einstein, el "profesor loco", también me sirve para ilustrar cómo su nombre tiene una etimología de lo más reveladora, ejemplo de cómo Dios nos juega malas pasadas o nos destina a través del lenguaje.
Su apellido se formó de la raíz *stei- que dio el avésta stā(y)- «masa, montón» y el alto alemán antiguo stein «piedra» que al unirse al alemán ein «uno» formó einsteinen «cercar con piedras; un picapedrero, un cantero», pero al mismo tiempo, uno + piedra, arroja el sentido de que la unicidad está en la piedra. Y, Einstein, en efecto, buscó la unicidad mediante el desarrollo de la teoría del campo unificado, aunque gracias a sus teorías se lograra la división del núcleo del uranio.
Su nombre completo era Hans Albert Einstein, significando Hans (John, Juan) del hebreo (Yojanan) «Dios dotado u honrado; Dios ha mostrado Su gracia». En tanto, Albert es «el que brilla en la nobleza, noble brillante», formado de la unión del germano adal «noble» + beratht «brillante». Revelando el significado de su nombre: «la unicidad de la piedra hace que Dios brille de nobleza». Por ello, su fisión la hizo brillar destructivamente.
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Elena Catalán ©
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