PSICOGÉNESIS MASIVAS DE ODIO AL CUERPO: Anorexia, bulimia, autolesiones y disforia de género de inicio rápido (ROGD)
PSICOGÉNESIS MASIVAS DE ODIO AL CUERPO
ANOREXIA, BULIMIA, AUTOLESIONES Y DISFORIA DE GÉNERO DE INICIO RÁPIDO (ROGD)
LA DISFORIA POR CONTAGIO SOCIAL
Fui una de tantas que me contagie de la pandemia de anorexia y bulimia en los 90´s. Odiaba tener mucho pecho por el acoso sexual al que me veía sometida y porque me hacía sentir gorda. Las modelos de las revistas no solían tener pechos, tenían una imagen etérea, como si nunca hubiesen pasado por los cambios voluptuosos de la adolescencia. En más de una ocasión manifesté, que de poder, me hubiera extirpado el pecho. Ahora leo a muchas jóvenes que no aceptan sus cuerpos, expresando deseos y demandas parecidos por los que atravesé. Sin embargo, a mí siempre me dieron a entender que estaba enferma, y que mis sentimientos, pese a vivirlos como reales, manifestaban una patología, trastorno dismórfico corporal. Entonces no supe lo que ahora sé, que arrastraba un postrauma por bullying, y además, sufría un comportamiento obsesivo colectivo ligado a la cultura. Sintomatología, que sufren mayormente las chicas en su tránsito adolescente, debido a las carencias de habilidades sociales y emocionales.
La gente suele decir que <<nadie puede hacerte daño si tú no quieres>>, pero hay personas que no venimos con las herramientas de serie, y eso es lo que necesitamos, que nos enseñen a conocernos y nos armen para la vida, no que nos mediquen o mutilen, según demandas expresadas desde el desespero.
El antropólogo Phil Dennis profesor de la Universidad Tech de Texas, vinculó la epidemia de anorexia y bulimia que se dan en las sociedades modernas con la histeria colectiva.
La palabra histeria proviene etimológicamente del griego hysterion <<útero>>, y se asociaba en el pasado a posesiones diabólicas, caracterizadas por presentar trastornos somáticos. Mismamente, la histeria puede presentar multitud de trastornos orgánicos sin una causa orgánica real, como ceguera, sordera, parálisis o exceso de motricidad, crisis convulsivas, contorsiones, ataques catalépticos, dolor o anestesia, problemas sexuales, emociónales, excitación incontrolada, convulsiones, crisis de risa-llanto, etc. La histeria como válvula de escape a la opresión es más común en mujeres que hombres.
La enfermedad psicogénica de masas, más conocida como histeria colectiva, histeria en masa, psicosis colectiva o comportamiento obsesivo colectivo, se diferencia de la histeria común en que se contagian y se replican los síntomas, entre distintos individuos de una misma comunidad.
Las histerias colectivas son una forma abrupta de fuga disociativa marcada por el frenesí, un escape a la represión cultural y, por tanto, entendidos como síndromes culturales o ligados a la cultura. En cuyo trance un sujeto o sujetos, pueden hacerse daño, adquirir conductas peligrosas o comportarse de manera desinhibida, obscena, para luego sumirse en amnesia.
Las enfermedades psicogenéticas de masas suelen brotar en situaciones de gran estrés psicológico como guerras, hambrunas, pero también crisis económicas, sociales, etc., y tienen en común que todas se resisten a los tratamientos convencionales.
La psicogénesis es el estudio del desarrollo de la mente. La mente en construcción se desarrolla de un modo u otro según el ambiente externo, así como interno del individuo. Eso da lugar a que, por cultura, los miembros de un determinado clan o grupo tengan mentalidades parecidas ligadas a experiencias comunes, tanto positivas como negativas, así comparten una misma conciencia de grupo o sistema, diferente a la de otros clanes o grupos que han vivido situaciones diferentes.
Por ello, a distintas sociedades, se dan distintos tipos de brotes de histeria colectiva, considerándolos como propios de su cultura. Como la Grisi Siknis <<locura de la selva>> en lengua misquita, que se da en Honduras y que afecta a chicas de entre 15 y 18 años; o la piblokyog o histeria ártica del pueblo inuit, que suele afectar más a mujeres. Más allá de que culturalmente estas histerias colectivas se asocien a posesión de espíritus, estos síndromes corresponden a una huida de la realidad, de ahí el hecho de que no responden a intervenciones psicológicas o medicamentos. Por ello, el modo tradicional de tratar el pibloktog, por parte de los angakkuit <<curanderos>>, es dejar que el trance siga su curso ante la posibilidad que se dé pie a una revelación mística importante para la tribu.
La Grisi siknis es contagiosa, como los Folie à Deux, trastorno psicótico compartido, y como tal puede desatar epidemias. Los episodios suelen ser causa de malestar, estrés emocional, desesperación, que suelen remitir por sugestión o mediante placebos. En 2009, tras los estragos causados por el Huracán Félix se dio una de las últimas epidemias de siknis.
Los síntomas son pérdida de conciencia, tras lo que por una falta de control de la conducta puede hacer que corran sin sentido, así como también es usual autolesionarse; o lo que resulta más llamativo, las afectadas intentan atacar a entes imaginarios que sienten que tratan de agredirlas sexualmente. Otros síntomas que pueden presentar son ansiedad, miedos irracionales, ira, mareos, náuseas y dolor de cabeza. Todos estos síntomas pueden darse en distintas etapas, puesto que el brote puede durar meses.
Hay muchos más síndromes culturales similares a los descritos; el Amok, o mata elap, de Malasia; el Windigo Norteaméricano; el Bouffée delirante, de Haití y del oeste de África; el Zar, de Etiopía, Sudán, Egipto y Somalia; o el Hsieh-ping de Taiwán, entre otros, incluidos los llamados ataques de nervios de nuestra cultura, marcados por episodios repentinos de pérdida de control, gritos, llantos, temblor y agresividad. También los éxtasis religiosos, el síndrome de Stendhal, las posesiones demoniacas “neurosis demoniacas”, las auto castraciones de los Skoptsy o el frenesí báquico, estarían en relación con la psicogénica de masas.
Uno de los más documentados y curiosos brotes de histeria colectiva, fue una epidemia de baile que se dio en julio de 1518 en Estrasburgo. Una mujer empezó a bailar sin motivo aparente y pronto una multitud se sumó a ella. La multitud que rondaba las cuatrocientas personas estuvo bailando frenéticamente por meses. Algunas personas sumidas en este brote histérico llegaron a morir de agotamiento. Se estima que fue una reacción a la hambruna y desesperación que vivían.
Otro brote curioso, fue el de risa y llanto que se desató en 1962 en la región del lago Victoria de Tanzania y que obligó al cierre de 14 colegios. El brote afectó a más de cien personas y no remitió hasta dos años y medio después. Según la investigación, el foco tuvo origen en un chiste que se contaron dos alumnas.
Un caso más conocido fue el de las brujas de Salen, tal histeria colectiva, terminó con el macabro desenlace de diecinueve mujeres ahorcadas acusadas de brujería. Como en los casos anteriores, se cree que el brote tuvo origen por la represión religiosa y control a las que se sometía a las jóvenes colonas, por lo que como vía de escape empezaron a ladrar y manifestar fiebres y convulsiones. Famosos y literarios fueron igualmente los convulsionadores de Saint Medard. Tras la muerte de François de Pâris, ante su tumba, se dieron varios casos de éxtasis religiosos, la mayoría, para no variar, de mujeres, que tras entrar en trance se retorcían convulsamente, arqueándose, chillando y gimiendo. Dicha histeria colectiva se extendió a miles de personas y tardó meses en remitir.
Los últimos casos de histeria motora colectiva de Europa se daban durante el solsticio de verano en España, ante las reliquias de Santa Orosia o Eurosia <<buen rocío>>, patrona de los poseídos o endemoniados en Jaca, donde se halla el cuerpo decapitado de Santa Orosia y en Yebra de Basa donde está su cabeza. Estos episodios de posesiones ocurrieron hasta 1947, cuando la Iglesia prohibió las procesiones a la santa.
En definitiva, las mujeres son más proclives a padecer brotes de histeria colectiva por su idiosincracia prosocial, sobre todo, entre aquellas que presentan conflictos en lo afectivo-sexual, y se hallan en edades comprendidas entre los trece y los dieciocho años, es decir, en el tránsito de la adolescencia, cuando es sumamente importante la vinculación a un nuevo grupo y sus carencias en lo afectivo se hacen patentes.
<<Investigué el problema sexual en los débiles mentales y formas clásicas de esa enfermedad, obteniendo resultados en ese momento sorprendentes. Logro establecer que el sesenta por ciento de los internados – había un total de tres mil quinientos – tenían un retardo especial que no estaba relacionado con lesiones orgánicas, sino que eran producto de retardos afectivos.
A esos retardos los denominé oligotimias, en contraposición a las oligofrenias, originadas en alteraciones nerviosas… derivadas de trastornos de los vínculos afectivos; los oligotímicos eran susceptibles de ser educados (no “reeducados”, ya que en realidad no habían sido educados) buscando para ello una terapia pertinente. Es decir, se trataba de enfrentar problemas de aprendizaje y comunicación>>.
Zito Lema V. Conversaciones con Enrique Pichon-Rivière sobre el arte y la locura. Buenos Aires: Ediciones cinco; 1988 ISBN: 9789509693050
Los bebés se sienten una extensión de la madre hasta aproximadamente los dos años, cuando al percatarse de que son seres separados empiezan las rabietas, la disociación con la madre, periodo conocido como los terribles dos años, fase en la que empiezan a delimitar donde terminan ellos y donde empieza el otro, también en relación con el dominio y el poder. De modo similar, en la adolescencia, el adolescente se aleja de la familia y construye nuevas relaciones fuera de lo que ha sido su núcleo. Durante siglos la entrada en la adolescencia marcaba un cambio de paradigma en la vida de los jóvenes, era el momento que habían de demostrar su valía en el ritual de paso, lo que cambiaba su situación en la tribu, o como en el caso de las mujeres, la adolescencia, suponía un periodo en el cual las jóvenes eran casadas y debían de abandonar a su tribu o familia.
Durante la histeria colectiva se sufre de disociación entre lo físico y lo psíquico y trastornos de conversión o disóciativos: ceguera, parálisis y otras afectaciones del sistema nervioso que se desarrollan de modo inconsciente e involuntariamente predominando en las mujeres alterando las funciones básicas del sistema nervioso central afectando a la conciencia, memoria y percepción del entorno. Son típicos durante estos episodios maniacos que se den vómitos, embarazos psicológicos, convulsiones epilépticas, síncopes, pérdidas de conciencia o que las afectadas ladren como perros. También, como se ha documentado en posesiones demoniacas, pueden hablar en idiomas extraños y vomitar objetos.
Sin embargo, estas histerias colectivas no son cosa del pasado ni de tribus, se dan en las sociedades modernas, prueba de ello, como ya he comentado, son las epidemias de bulimia y anorexia. Trastornos que ahora vemos están mutando, al propiciarse el contagio de la disforia de género por los medios de comunicación. La disforia de género es la nueva moda histérica, que propicia que multitud de chicas adolescentes manifiesten ser del sexo contrario, aseverando estar atrapadas en un cuerpo equivocado, pidiendo que les cercenen los pechos y extirpen el útero.
<<Hace tres décadas, estas chicas podrían haber anhelado una liposucción al tiempo que se consumía su forma física. Hace dos décadas, los adolescentes trans de hoy en día podrían haber <<descubierto>> un recuerdo reprimido de un trauma infantil. La locura de diagnóstico actual no es la posesión demoníaca, sino la <<disforia de género>>. Y su <<cura>> no es el exorcismo, los laxantes o las purgas. Es la testosterona y la <<cirugía superior…
En la mayoría de los casos casi el
por ciento , la disforia infantil se resuelve.
Históricamente afectaba a una pequeña parte de la población (alrededor del 0,01
por ciento) y casi en exclusiva a los chicos. De hecho, antes del 2012 no había
literatura científica sobre chicas de once a veintiún años que hubieran
desarrollado disforia de género…¿Cómo ha cambiado el coeficiente de género y ha
pasado de ser una abrumadora mayoría de chicos a la preponderancia de chicas adolescentes?>>.
Shrier A. Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas. España: Deusto; 2021. ISBN: 978-84-234-3279-0
La disforia de género de inicio rápido (ROGD) se da por contagio social repentino, un antídoto a la angustia causada por la pubertad.
Estudios afirman que el 70% de las personas que padecen disforia presentan trastornos de ansiedad, ya sean trastornos de pánico, ánimo, sociales, alimentarios, psíquicos, disociativos, bipolares o estrés postraumático, depresión o abusos de sustancias.
¿Y por qué se alienta la disforia de género en los medios, por el contrario de la anorexia? Aquí hay que seguir el rastro del dinero, las operaciones y hormonar a niños sanos de por vida constituyen un inmenso negocio, en cambio, las anoréxicas no consumen, se consumen.
En general, me planteo, que los hombres jóvenes manifiestan la represión de manera violenta hacia afuera, tendiendo al arquetipo del puer aeternus, en tanto, las mujeres, a las que se educa a ser complacientes con los demás, manifiestan la represión agrediéndose a sí mismas.
Pero me preocupa el paso de lo intangible a lo tangible, ya no hablamos de una posesión espiritual a exorcizar, en la disforia el remedio se vuelve físico, hay que mutilar.
Este paso, del mal intangible al tangible, se dio también en la caza de brujas, cuando al diablo que era visto como un ente inmaterial, la histeria colectiva lo dota de corporalidad.
Sabemos por la historia, que la psicogénica de masas puede acabar muy mal, como ocurrió en la inquisición o el Holocausto Nazi.
Ahora que el transhumanismo augura en su envidia de útero y su obsesión por emular a la naturaleza, la pronta creación de úteros artificiales, por sincronía, hemos de escuchar, ver, qué nos señala el Zeitgeist (el espíritu de los tiempos), en suma, todo apunta al colapso de la era actual, la llegada de un cambio de paradigma a una sociedad gilánica, puesto que las mujeres ya no soportamos tanto atropello. Pero todo cambio de sistema, no se da sin sufrir fuertes resistencias.
<<Sostenemos en ese análisis que el núcleo de la actitud del sujeto que padece la catástrofe está dado por sus resistencias al cambio. El cambio se requiere para responder a una nueva situación producida, no ya por la sociedad, sino por la naturaleza; esto, sin negar la responsabilidad que puede tener la sociedad en su conjunto y las autoridades en particular para evitar ese tipo de catástrofe con medidas estructurales – construcción de diques, dragado de ríos, etcétera – o, al menos, con eficaces medidas de alerta y prevención.
El sujeto que padece la situación, por miedo al cambio que se impone, se resistirá por todos los medios. Apelará a todo tipo de maniobras para dilatar y aun impedir el abandono o el desalojo, es decir, la evacuación del sitio que habita. Es entonces cuando el siniestrado debe ser considerado como un enfermo mental, dado que tiene todas las características y conducta del paranoico.
…el pánico que aparece en un segundo período de la situación… puede ocasionar mayores consecuencias, daños más graves, que el suceso principal del cual emerge.
El carácter típico – y peligrosos – del pánico es su poder de contagio que, tal como la vida cotidiana nos enseña, ha ocasionado innumerables desgracias, debido a las actitudes que desencadena: tumulto, huida ciega, y también asesinatos, violaciones, y demás tipos de violencia desenfrenada.>>
Zito Lema V. Conversaciones con Enrique Pichon-Rivière sobre el arte y la locura. Buenos Aires: Ediciones cinco; 1988 ISBN: 9789509693050
La mayor parte de este texto forma parte de mi libro “El espejo de Venus” Donde abordo cómo se mutó la Diosa preindoeuropea, matriarcal, naturalista y comunalista, en un Dios patriarcal e individualista. Del cual puedes leer los dos primeros capítulos aquí:
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